2.25.2007

El bicho reactor.

Los ruidos naturales de la noche jamás impidieron que yo tenga un buen sueño. Ni siquiera lo consiguió el sonido del tren cuando me mudé- un sonido que molestaría a cualquier primerizo. Mi convicción al dormir fue el as para que cualquier ruidito extraño no irrumpiera a la hora de arrojarse a la cama; Ni siquiera los aullidos lobescos de las jaurías del barrio, ni las ambulancias, ni la lluvia ocasional, ni las ramas de los alámos agitándose.
Me puse el pijama. Los bostezos fueron el detonante de que verdaderamente tenía sueño. Cerré la ventana y los postigones. Me metí en la cama y cerré los ojos. Nunca tardé más de 10 minutos en dormirme profundamente... Ahí fue cuando escuché un sonido poco habitual. Agudizé el oído. Era un sonido monótono, agudo, como una negra-la nota musical con más firmeza- a velocidad de 90 con precisión de metrónomo. Claramente era un grillo. Su sonido característico comenzó a impacientarme. Cerré la puerta creyendo que la hermeticidad de mi habitación me proporcionaría un buen sueño. El grito del grillo no cesó. Evidentemente estaba en mi casa; Lo que era aún peor era suponer que estaba en mi habitación,en mi territorio. La idea de convivir con uno de esos insectos verdosos por una noche me horrorizó. Y con esa idea en la mente, me dormí instantáneamente.